Albóndigas

Cuando oigo albóndigas se me viene a la cabeza un plato pesado de difícil digestión, denso, con mucho ajo, vamos, que no apetece. Por otro lado, a mis hijos les suena al cole y tampoco parece que les llamase la atención.
Bajo estas premisas parece complicado abordar la prueba pero aún así, lo hemos intentado y el resultado, más que aceptable.
El problema a veces de las albóndigas es lo tedioso que puede resultar prepararlas  desde cero pero si cuentas con un carnicero del que te fías puedes ahorrar un rato.
Hemos partido de las albóndigas ya preparadas (carne vacuno y cerdo, mezcladas, un poco aliñadas con ajo y perejil -cuidado con esto que es muchas veces la fuente de pesadez- y dadas la forma).
Empezamos por enharinarlas y sofreírlas un poco en una cazuela. Una vez sofritas y separadas, en esa grasa ponemos un ajo finamente picado y cebolla a sofreír. Cuando está, hemos echado champiñones también picados, un vaso -pequeño- de vino blanco, y los hemos guisado salpimentando a medias.
Hemos añadido las albóndigas y hemos dejado cocer -15 mins- para ligar sabores y guisar la carne.
Una vez fuera del fuego hemos añadido un chorro de nata para dar un toque a la salsa.
Como se ve en la foto, acompañamos con patatas fritas. Cierto es que se podía acompañar con patatas guisadas en el conjunto pero en verano parecen más adecuadas las fritas.

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